Lengua 2º ESO


CONTENIDOS MÍNIMOS DE LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA
                                               PARA   2º DE  ESO


Los contenidos correspondientes a los temas 1 al 11 son:

TEMA 1

Las funciones del lenguaje.
La lengua y sus unidades.
El texto literario

TEMA 2

El texto y la adecuación..
Las reglas de acentuación.
El significado y el sentido de las palabras.
Los géneros y subgéneros literarios.

TEMA 3

La coherencia del texto.
La tilde diacrítica.
La forma de las palabras y su categoría gramatical.
Etapas de la literatura española.

TEMA 4

El grupo nominal. El grupo preposicional.
El género lírico o poético.
Métrica completa: análisis métrico de estrofas y poemas.
Clases de estrofas y poemas con sus esquemas métricos.

TEMA 5

 El grupo verbal.
Los subgéneros líricos.

 TEMA 6

Los textos descriptivos.
El grupo adjetival.
El grupo adverbial.
El género lírico. Épocas y autores.

TEMA 7

Las clases de enunciados.
La estructura de la oración. Sujeto y predicado.
El género narrativo.

TEMA 8

La narración
El sujeto.
Los subgéneros narrativos.

TEMA 9

El predicado. El predicado nominal.
Análisis sintáctico.
Épocas y autores.

TEMA 10

Complementos del verbo.
El género teatral o dramático.
El grupo verbal

TEMA 11

Clases de oraciones.
Usos de “se”
Los subgéneros teatrales.


23 DE ABRIL, HOMENAJE A CERVANTES Y SU OBRA MAESTRA : EL QUIJOTE








Práctica de análisis de oraciones simples


Un día cualquiera

Un día hice este trabajo;
'que era muy corriente'
-decía la gente,
entre risas y desenfados.

Como decía,
me desperté
un muy buen día
con muy mal pie.

Tenía que ir al colegio,
era mi responsabilidad
mas mi mente me decía:
'en casa te debes quedar'.

No me lo creía;
era lunes otra vez,
pero no percibía
que aún eran las tres.

Seguí durmiendo 20 años.
Pero cuando desperté,
era todo diferente
no me lo podía creer.

Era todo pintoresco;
más allá de lo normal.
No quedan ocho sílabas
para estos versos terminar.

'Pintorescos y sílabas no riman'
-Pero a mí eso me da igual.
Habrá gente que le de grima
y gente a la que le encantará.

Volviendo a la historia,
no se me ocurre nada más
y por eso este relato
está por finalizar.

Que no, que era broma
te lo habías ,¿creído verdad?
por suerte este relato
acaba de comenzar.

Sé que no soy ducho
en el arte de escribir,
y aunque fácil parezca mucho
es un sin vivir.

Retornando a la historia,
en el tiempo no viajé.
Sólo fui víctima
de la paranoia otra vez.

Era todo un sueño,
osease una fantasía
que tuve un buen día
en clase de tutoría.

Cuando desperté
estaba en clase otra vez;
estaban pasando lista,
o de eso me enteré

Era tarde y me cansé
hasta que llegó mi volador corcel
para de clase desaparecer,
para en mi casa aparecer.

Cuando a mi casa llegué
me dije: 'voy a dormir un rato'...
'A ver que soñaré'
Tan maña fue mi sorpresa
cuando con deberes soñé.

Me mandaron un trabajo
dificultoso de hacer
pero parecía majo
tan difícil no podía ser.

¿Y a que no sabe usted que me mandaron?
Era un trabajo delicado.
Era un trabajo de mucho cuidado.
Era un trabajo de recursos literarios varios.

Jose R. Puente, alumno de 2ºB, ¡¡¡¡ Todo un poeta!!!



“NUNCA TE OLVIDARÉ PRINCESA”

_Algunos días no me acuerdo de aquel día _piensa Alam _no, muy pocos son los días que consigo olvidar cómo la perdí. Cómo la mujer de mi vida se había ido para siempre. Cómo la iba a echar de menos. Ojalá todo vuelva a ser como antes. Ojalá existiera una máquina del tiempo capaz de retroceder al pasado. Regresar el tiempo atrás y volver a vivir aquel en donde fui tan feliz. Donde conocí al amor de mi vida. Donde, simplemente, fue la mejor etapa de mi existencia. Si tan solo pudiera evitar ese accidente que la apartó de mi lado. Dedicarle unas últimas palabras. Estar con ella para toda la eternidad…
Pero ya han pasado dos años, dos largos años sin volver a verla y, para Alam es todo muy reciente. No se la consigue sacar de la cabeza.
Lágrima tras lágrima riegan y resbalan por su cara, mientras recuerda todo lo vivido con ella.
Un día, cinco años antes…
Alam salía del Starbucks cuando chocó con una bella chica.
_¡Lo siento, qué torpe soy! _se disculpa el chico perdiéndose en la mirada de la joven _¿Có-cómo te llamas? _le pregunta tartamudeando.
_No pasa nada, la torpe soy yo. Mi nombre es Marián. ¿Y el  tuyo? _pregunta la chica.
_Yo soy Alam, encantado _ le responde con más seguridad, y se dan dos besos _entra que te invito a lo que quieras _le indica.
_No hace falta, no te preocupes.
Los dos, chico y chica se atraían mutuamente. Alam la convenció y como si de una pareja tratase entraron de la mano al Starbucks, así fue como se conocieron.
Cada día que pasaba iban sabiendo más el uno del otro. El amor se apoderó de ellos y comenzaron a salir. Formaban una pareja perfecta. Todo iba bien hasta…
Un día, tres años después…
_Alam, ya es tarde. Me tengo que ir _se despidió Marián.
_Espera, que te acompaño _le dijo el joven.
_No, no te preocupes. ¡Adiós mi amor! _le responde ella acompañado con un beso apasionado bajo el cielo estrellado.
Cada uno toma un camino diferente. Alam, feliz, se dirige hacia la izquierda y Marián hacia la derecha.
Marián se detiene en un semáforo hasta que se pone en verde. De repente, un coche conducido por un señor bajo los efectos del alcohol, no se para, llevando por delante a la preciosa muchacha.
Mientras, Alam, corre en dirección a la chica que, sin darse cuenta, se había olvidado de formularle la gran pregunta y darle la alianza, como había planeado. Cuando llegó no pudo creer lo que veía, ella, su chica, Marián, tirada en el suelo, herida, inconsciente, muerta. No pudo hacer nada para salvarla. Y, durante noches sólo se oían los llantos desconsolados de Alam bajo las estrellas del negro firmamento.

Sandra Cascante, 2º B
Seleccionada para participar en el concurso de relato breve de coca-cola.



Siempre estás ahí

Algunos días no me acuerdo de aquel día. Son días dichosos, llenos de cierta tranquilidad, son días en los que se distingue un atisbo de felicidad entre las cortinas del salón, debajo del libro que leo, o por encima de la estantería. Pero hoy los recuerdos vienen a mi mente, y de forma atropellada ocupan mis pensamientos. El señor Robinson, me ha dicho que los evite, dice que debo levantar un muro de hormigón tan alto como el cielo que impida a los recuerdos volver a mí. Yo lo intento, y últimamente estaba haciendo progresos, de verdad, pero hoy  me es imposible. Cuando eso del muro no basta, opto por escribir en este dichoso cuaderno que mi psicólogo me regaló. Técnicamente, al escribir lo que siento en cada momento me debería encontrar mucho mejor. Tendría que descargar tensiones y relajarme. Pero hoy no sirve, hoy nada sirve. Me siento frustrada, ahogada, abrumada, dolida y exhausta.
La culpa la tiene el tiempo. No hace más que llover en este día de perros.. Las gotas de agua repiqueteando en el cristal son fruto de mis peores pesadillas. No hay día que llueva que no pierda la calma, cada charco formado en la acera es un mal recuerdo de ese día. Cada gotita, una punzada de dolor. Cada nube una mano invisible que me ahoga en la oscuridad.
Todos dicen que fue por culpa de ese chaparrón de ese 18 de marzo de 1995.
Mi padre nunca perdía los nervios al volante, era un conductor ejemplar, con los ojos siempre puestos en la carretera.
Pero ese día llovía demasiado, el agua caía con tanta fuerza que el parabrisas parecía fuese a estallar en mil pedazos. Recuerdo que mi madre estaba fuera de sí, y hacía ya varios kilómetros que su voz me había despertado. Por lo visto, ella quería haber parado en el restaurante de carretera por miedo a la tormenta. Pero mi padre tenía prisa por llegar a Londres.
La discusión cobraba vida, y parecía que el coche iba a salir ardiendo.
Fue extraño como quedó todo en silencio, así de repente. Es sorprendente  como un coche familiar puede ser partido a la mitad en apenas un segundo. Eso es lo que dura la conmoción, luego comienza el pánico. Los recuerdos viajan a toda velocidad y solo soy consciente del sabor del asfalto mezclado con sangre. Luego un cuerpo destrozado en mitad de la carretera. No supe si era mi madre o mi padre. Lo cierto es que tampoco importa, ya que no volví a ver ninguno.
Después de la tempestad siempre llega la calma. Hace un rato que ha salido el sol pero sigo con el ánimo por los suelos. Las cosas están revueltas encima de mi escritorio y mis libros esparcidos por el suelo.
Miro a la chica de pelo castaño que está sentada encima de la cama.
Siempre me llamaron la atención sus enormes ojos verdes. La forma en la que me observa mientras escribo me inquieta bastante.
-      No hace falta que mires tanto- Digo.
-      Perdona. Es que no entiendo cómo han podido comerte la cabeza tan rápido, para que ahora en vez de estar conmigo te pases el día escribiendo.
-      Camie, ya llevo aquí más tiempo del que crees, y el cuaderno me ayuda, en serio.
-      Lo que tú digas. A mí no conseguirá  cambiarme ningún loquero de esos.
-      Psicólogos - la corrijo. Pone los ojos en blanco.
-      Claro. Voy abajo a por algo de beber. Cuando venga espero que haya desaparecido la chica aburrida.- Se levanta de la cama y sale de la habitación . Puede que en cierto modo mi hermana tenga razón y sí que sea menos divertida que antes, pero pienso que no soy la única que ha cambiado. El accidente nos ha acercado mucho la una a la otra, aunque nos ha alejado del resto.
Los médicos del centro son todos muy majos, pero ningunosabe entenderme realmente. Sólo hay una persona que está pasando exactamente por lo mismo que yo, y esa es mi hermana mayor.
Se oyen pasos por el pasillo, acercándose pesadamente, y , la puerta se abre. Un hombre con bata blanca y con gafas de  culo de vaso lleva un capuchino. Se pasa una mano por su pelo canoso y se sienta a mi lado, en la cama, justo donde Camie estaba. El  Dr. Robinson remueve su café con un palito de madera y le da un sorbo.
-      ¿Qué tal vas con el cuaderno? – pregunta-
-      Bien
-      Sé que cuando hace mal tiempo te pones peor, Betty, por eso estoy aquí. ¿ Hay algo de lo que quieras hablar ?
-      Hoy han vuelto los recuerdos. No he podido evitarlo- - el Sr. Robbinson frunce el ceño.
-      Hum.... ¿Quieres hablar de ello? – niego con la cabeza-
-      No... Ya estoy bien. Sólo fue por la lluvia.
-      Bueno, Si no ya sabes que podríamos irnos a la playa – bromea el doctor – a la costa italiana, tostarnos al sol y olvidarnos del mal tiempo.
-      No creo. Hoy ya hace bueno. – el doctor vuelve a fruncir el ceño, parece preocupado.
-      ¿No pasa nada con Camila, verdad? Quiero decir, que no la has vuelto a ver
-      No doctor, no la he visto.
-      Bien. Me alegro de que te haya dejado en paz.
-      Está muerta ¿No? – digo con mucho énfasis – los muertos no se dejan ver
-      Sí. Veo que lo tienes bien asumido. Me alegro. Yo ya me voy, que descanses – el doctor desaparece por la puerta y al rato viene Camie con una bebida en la mano.
-      Se me ha olvidado traerte algo . ¿ Te apetece un refresco?
-      No, estoy bien así Camila.


María Bahamonde, 2º B
Seleccionada para participar en el concurso de relato breve de coca-cola.





LOS NUDOS DE LA AMISTAD

*ORFANATO DE BERLÍN (30-10-1998)
Nos encontramos en una clase, cuando entró el director. Le seguían un nuevo alumno con traje dominguero y un bedel con un gran pupitre. A parte del aspecto dominguero este niño tenía una gran peculiaridad iba en una silla de ruedas empujada por el profesor Roberto, mi tutor. Roberto nos explicó que se llamaba Marco y que  había nacido con una incapacidad para moverse y hablar. Tenía una mueca extraña en la cara y un aspecto desgarbado que permitía entrever una pizca de tristeza en sus ojos. Cuando colocaron el pupitre los dos compañeros que se sentaban a su lado se separaron de él ligeramente. Transcurrió la hora de clase y en medio de una explicación sobre la caída del imperio romano, sonaron los timbres que indicaban que era la hora del recreo.  “El sonido de la libertad”, pensé. “Voy a conocer a mi nuevo amigo”, me dije a  mi misma. Cuando estaba saltando a la comba con mis amigas vi aparecer al profesor Roberto con Marco y me dispuse a ir a hablar con él. Le conté que me llamaba María y que tenía siete años, y, le pregunté que, cuántos años tenía él, pero no hubo respuesta. Entonces, me acordé de que no podía hablar. “Vamos a salar a la cuerda”, le dije. Cogí una comba y la anudé a un barrote de las ventanas que rodeaban el patio y yo, agarré el otro extremo. Cuando la comba daba una vuelta, la soltaba y empujaba la silla de Marco para que pasase por encima. Repetí la misma operación durante todo el recreo, y aunque las otras niñas decían que yo era muy rara, yo me los pasaba en grande con mi nuevo amigo, Marco. Al recreo del día siguiente se me ocurrió una nueva idea, jugaríamos al fútbol. Cogí mi cuerda y se la até al tobillo, le coloqué el balón en frente de su pie y dibujé una portería en la pared que se situaba en frente de él. Tiré de la cuerda y Marco golpeó el balón y entró en la portería.  “¡Goooool!” chillé, “el mejor futbolista del mundo…  ¡Marco! Empecé a correr con él por todo el  patio hasta que ya no pude más. Esa misma noche me escabullí de mi cuarto y llegué a la habitación de Marco. Me tumbé con él den su estrecha y mullida cama y le mostré un cuaderno de dibujos que llevaba haciendo desde que le conocí y un pequeño trocito de cuerda en el que una mitad estaba anudada en mi muñeca y la otra mitad la até a la muñeca de Marco. Le conté que se curaría y que viajaríamos por todo el mundo y que… esa cuerda  nos uniría para siempre. Al día siguiente en el recreo volví a jugar con Marco, y cada día, jugábamos a una cosa, que nos unía más y más. Una tarde al acabar las clases, fui con Marco al recreo y le até el cordón al tobillo coma ya había hecho antes, pero, antes de que yo tirase de la cuerda, Marco le dio una pequeña patada al balón y yo, me quedé anonadada. Nunca había estado tan feliz en toda mi vida y supe que Marco se curaría, porque pude vislumbrar una pequeña sonrisa en su rostro imperturbable. En el recreo del día siguiente Roberto me dijo que si quería quedarme con Marco en clase porque se encontraba mal. Acepté, y cuando Roberto salió de la clase miré a mi amigo, estaba pálido y lo noté débil y muy caliente. Me encaminé a la mesa del profesor y sin dudarlo un instante puse a funcionar un tocadiscos que se encontraba en el armario junto al pupitre del profesor. Justo cuando llegué hasta Marco hice algo que nunca antes había hecho, agarré a mi compañero por las axilas y lo levanté, le abracé y bailé con él con sus pies inertes rozando el suelo de la clase y, por supuesto, con esa cuerdita que nos unía y nos hacía sentir como una sola persona bailando en un gran salón de baile. Era un sueño poder estar viviendo todo eso con mi mejor amigo, Marco.
Al día siguiente iba por los pasillos del orfanato cuando vi, la silla sin Marco. Pensé que se había levantado y ya podía andar como un niño normal. Que se había curado. Me dirigí al despacho del director para contárselo y me encontré que Roberto estaba hablando con él, se lo debía de de estar contando, pero no, no era así. Pude escuchar que Roberto decía: “No sé como se lo contaremos a los niños, y sobre todo a María se había hecho muy amiga suya. Lo bueno es que ocurrió por la noche y no ha sufrido nada” Estas palabras cayeron como una baldosa de mármol encima de María, que se desplomó llorando en el suelo, sin consuelo, y sabía que nada ni nadie podía hacer que ese momento se le olvidase en toda su vida. Marco, su mejor amigo, había muerto y ella no había podido ni despedirse de él. Su medio lazo se había roto.


ORFANATO DE BERLÍN (20 AÑOS MÁS TARDE)
“Hola chicos soy María vuestra nueva profesora” me presenté. Aquel día me acordé de Marco más que nunca. En mi muñeca, atado con un buen nudo pendía una cuerda, rota por uno de sus extremos. Una cuerda que nunca volvería a estar completa.


DAVID VELASCO RODRÍGUEZ,  2ºB
Seleccionado para participar en el concurso nacional de coca-cola de relato corto.





UN CHICO CON MUCHOS SECRETOS


Nos encontramos en una clase, cuando entró el director. Lo seguían un nuevo alumno con traje dominguero y un bedel con un gran pupitre (…)

El nuevo alumno era alto y delgado y parecía un chico bastante normal. Tras esa primera impresión que todos los alumnos tuvieron de él, comenzó la presentación del nuevo alumno a cargo del director Tomás López, que dijo:

-Os presento a vuestro nuevo compañero, se llama Juan Delgado y viene de otra ciudad, de donde se acaba de mudar, espero que os llevéis todos muy bien con él.

Dicho esto, el director y el bedel, este tras dejar el pupitre al fondo de la clase, abandonaron el aula. La profesora Ana le dijo que se sentara en el pupitre y continúo con la lección de matemáticas. En el recreo todos le preguntaron por él, por su pasado y todo eso que se pregunta en el primer día de un alumno nuevo. Lo que era extraño era que Juan no les contestaba sino con frases vagas que no decían nada sobre él.

Pedro, Jose y Claudia, tres amigos, se preguntaron por qué tanto secretismo pero no dieron con la respuesta.

Ya casi había acabado el primer trimestre y Pedro, Jose, Claudia y Juan se habían hecho amigos muy rápido pese a que no conocían casi nada del pasado de su nuevo amigo. Solo les había hablado de que era de la capital, pero del resto de su vida no sabían nada, ni padres, ni hermanos ni otros amigos. Al final eso casi ni les importaba, además se ayudaban mucho con las lecciones de clase.

Juan era muy buen estudiante y un día fueron a su casa en la que, al parecer, solo vivía él, a hacer sus deberes y luego ver un partido. Curiosamente, la casa era extrañamente grande y lujosa. Tras ese día, fue como si hubiera desaparecido de la faz de la tierra. No iba al colegio, no les llamaba... Los tres amigos se preocuparon y fueron a su casa a ver como estaba. En su casa no había nadie, solo una nota que decía:

Señor Delgado: hemos secuestrado a su hijo. Si quiere volver a verle mande un millón de euros a la siguiente dirección (…). P.D. No se le ocurra venir en calidad de agente de la
C.I.A o su hijo morirá.



Este era el último día de clase más raro de sus vidas. Los tres amigos ya sabían el porqué de tanto secretismo y estaba muy bien haberlo mantenido en secreto: el padre de su mejor amigo era agente de la CIA. No se lo podían creer. ¡Agente de la CIA!

Poco tiempo después entró su padre en casa, donde al parecer no pasaba mucho tiempo. Ellos le explicaron lo de la nota y el agente Delgado entró en cólera, pero sabía que si iba a salvar a su hijo, morirían probablemente ambos. Pedro, Jose y Claudia no podían quedarse de brazos cruzados y además habían empezado las vacaciones, así que los tres dirían a sus padres que tenían un campamento de verano.

Al día siguiente partieron a la dirección que ponía en el sobre de la nota, a la capital. El padre de Juan les sugirió que buscaran el sótano de un pequeño edificio abandonado donde quizá estuviese su hijo atrapado, solo y asustado.

Tardaron unas tres horas en encontrar el edificio el cual gracias a Dios o al destino estaba vacío. Entraron en las profundidades de ese sótano oscuro y oyeron un balbuceo. Tras un tiempo intentando seguir el sonido, sus ojos ya acostumbrados a la oscuridad, lograron encontrar a su amigo. Estaba más delgado y cansado, pero su vida no corría ningún peligro.

Como les había dicho el padre de Juan, se escondieron los cuatro y llamaron al móvil de, en ese momento, el agente de la CIA más enfadado y con el equipo más entrenado y numeroso de todo el mundo.

Justo entonces oyeron que se abría la puerta y los pasos de dos personas, los secuestradores, pero ya habían llegado los agentes y habían arrestado a los maleantes, por lo que ya podían salir.

Estaban todos a salvo, y Juan intentó contarles toda la verdad, pero ya lo sabían y además en ese momento solo importaba el reencuentro entre los amigos y el padre de Juan.

Juan siguió estudiando y se convirtió en el mejor médico del mundo; a su padre le ascendieron estratosféricamente tras su operación de rescate y Juan, Jose, Pedro y Claudia, se convirtieron en inseparables amigos hasta el día de su muerte.

FIN


Yago Herce Marqués , 2ºB
Seleccionado para participar en el concurso literario de relato breve de coca-cola



La conjugación verbal
Receta para analizar oraciones simples. pdf